Escenografía, vestuario e iluminación – Aracne y Atenea





Este proyecto escenográfico parte de la reinterpretación de La fábula de Aracne (1657) de Velázquez, también conocida como Las hilanderas, que representa el duelo entre Atenea y Aracne en un taller de tapices. Adaptada al lenguaje del ballet contemporáneo, la propuesta gira en torno al mito de Aracne y Atenea, abordado una estética minimalista donde la forma circular —inspirada en la rueca — estructura todo el diseño escénico. Todo el proyecto se realizó en una maqueta a escala, con materiales reciclados y utilizando para la iluminación linternas de distintos tipos con filtros de color.
La plataforma principal se compone de esferas negras satinadas que reflejan la luz, combinadas con fondos de tela gris azulada y malla plateada, evocando tapices, telas de araña y los brillos propios del trabajo artesanal. En la primera escena, que representa el taller, se incorporan elementos inspirados en la forma de un alfiler, dispuestos a ambos lados del escenario. Estas piezas, de proporciones exageradas, refuerzan visualmente el universo textil del mito y generan un contraste entre lo matérico y lo etéreo.
En la segunda escena, dedicada al duelo entre Aracne y Atenea, aparecen dos grandes círculos suspendidos por hilos transparentes. Están realizados con papel vegetal teñido de rojo y morado, colores que simbolizan la ira y la tensión del enfrentamiento. La iluminación a contraluz proyecta las siluetas de las bailarinas, generando una atmósfera cargada de dramatismo y simbolismo.
La tercera escena representa la metamorfosis de Aracne. Los círculos evolucionan: ahora están recorridos por hilos asimétricos que evocan los radios de una rueca, evitando la representación literal de una telaraña. Ambos círculos permiten ver el fondo del escenario y proyectan sombras en el fondo generando una atmósfera que nos recuerda a telas de araña.
El vestuario acompaña esta progresión narrativa. Aracne comienza con un diseño sobrio en negro y una falda de plástico transparente poco habitual en ballet, y evoluciona hacia una versión más etérea con una sobrefalda de rejilla y detalles plateados. Atenea alterna entre el disfraz de anciana en la primera escena y un vestuario dorado que revela su identidad divina, incorporando guiños a la estética de las diosas griegas.
Este proyecto fue un reto creativo y técnico, que me permitió explorar cómo los elementos simbólicos, la luz y el movimiento pueden integrarse en una propuesta escénica coherente. Supuso mi primer contacto real con el diseño escenográfico y marcó un antes y un después en mi forma de entender la escena. Guardo un recuerdo muy especial de este trabajo por todo lo que me enseñó, tanto a nivel artístico como personal.