Tres Tiempos
Itzíar González
(Antes de leer el texto que aparece al final de la página, me gustaría que le dedicases el tiempo que estimes necesario a ver las fotografías para que la explicación no condicione tu lectura personal de las imágenes).
Tres tiempos
Fotolibro
Tres Tiempos es una serie fotográfica que habla del día a día, de la rutina, de imágenes cotidianas que estamos cansados de ver una y otra vez.
Nos habla del hartazgo de la rutina con fotografías que no están nítidas ni completas. Son como flashazos o recuerdos vagos de lugares y objetos que quedan almacenados en nuestro imaginario. Esto ocurre porque son situaciones tan cotidianas y superfluas que no ponemos demasiado interés en ellas, nos quedamos únicamente con una idea general de la imagen sin recordar ningún detalle.
Esta serie fotográfica, como indica su título, consta de tres tiempos implícitos en ella. El primero de ellos es el tiempo del objeto de la representación: lugares u objetos fotografiados desde un punto de vista que tengo a diario; escenas que veo repetidas una y otra vez a lo largo de mi vida cotidiana, y que por lo tanto, son espacios u objetos con los que paso mucho tiempo.
El segundo tiempo es el de la toma fotográfica, de segundos de duración. Largas exposiciones para representar dichos objetos y lugares. El resultado del segundo tiempo utilizado: fotografías sobreexpuestas, quemadas, que, al haber perdido la mayoría de la información, requieren que el lector dedique más tiempo (el tercer tiempo del que hablamos) para leer y conseguir reconocer las imágenes.
La fotografía documental es utilizada en este proyecto para realizar un registro de los distintos espacios en los que realizamos actividades que no son principales, sino actividades secundarias pero necesarias en el día a día, como el transporte o el hecho de despertarse y vestirse. La suma de todos estos tiempos hace que a lo largo de tu vida hayas dedicado semanas e incluso meses a realizar estas pequeñas acciones sin aparente importancia.
El registro se realiza desde el punto de vista de quien lo vive y ve a diario. El lector que visualice posteriormente las imágenes, lo hará tomando la posición de la cámara, y por lo tanto la de la persona que lo vivió y realizó.
Estas fotografías pertenecen a la rutina de una persona en concreto. Pero al ser imágenes generales, sin detalles, son extrapolables a cualquier persona. Cada objeto o lugar es íntimo y diferente en la vida de cada lector, pero todos tienen características generales en común, es decir, a pesar de existir miles de modelos de coches, todos tienen una estructura general que te hace reconocer el objeto que es. Por eso el espectador, reconocerá lo representado en las imágenes, a pesar de no ser exactamente el mismo que él tiene en su vida, y reconocerá en la rutina que presenta el fotolibro, cosas en común con la suya propia.
Proceso creativo
La idea conceptual de Tres Tiempos surge con la propuesta de la realización de una serie fotográfica con el tema del tiempo, que posteriormente se ha ido desarrollando y ampliando con el fin de llevar a cabo un proyecto más completo y fundamentado que se presentará en formato de fotolibro.
Para poner en práctica todo lo aprendido en clase, me interesaba que el relato y la forma fuesen de la mano y se complementasen mutuamente, consiguiendo así generar un discurso con más fuerza.
Julián Barón, un fotógrafo español conocido por usar imágenes como una herramienta social de pensamiento, me sirvió de inspiración con su proyecto C.E.N.S.U.R.A., que se nos presentó en clase, para generar la primeras ideas. En él hace una crítica a la política y a la censura utilizando el propio medio, la fotografía documental, como apoyo para reforzar el concepto, consiguiendo con las fotografías sobreexpuestas censurar a la censura.
Para mi proyecto sentía la necesidad de jugar con la cámara y de trasladar de manera literal el tema del que trata la serie fotográfica al propio objeto que hace el registro. Así y con la referencia de C.E.N.S.U.R.A., surge la idea de realizar imágenes sobreexpuestas, producto de largos tiempos de exposición, para representar situaciones en las que me encuentro durante largos periodos de tiempo.
La fotografía documental es utilizada en este proyecto como registro de lo cotidiano, de lo repetitivo, de la rutina. La rutina cansa, la rutina harta, la rutina quema, y por ello considero que las fotografías quemadas son la manera perfecta de representar este discurso. Al igual que nosotros vemos las mismas cosas miles de veces y durante mucho tiempo, si este mismo proceso lo realiza la cámara dejando el obturador abierto, la fotografía resulta sobreexpuesta. Pero al ser imágenes muy vistas no necesitamos demasiada información visual ni detalles para reconocer que es lo que aparece representado. Con la poca información que queda y tiempo de contemplación, el lector puede descifrar las imágenes.
Para ello es muy importante la relación que se establece entre las diferentes fotografías, tanto en las que se encuentran al lado una de otra, como la relación que hay entre imágenes de páginas diferentes y que no es posible contemplar a la vez.
La serie fotográfica se presenta como un fotolibro en el que cada pliego contiene dos imágenes, salvo tres excepciones justificadas más adelante. Con esto se convierte en una serie mucho más dinámica y el concepto de representar el conjunto de lugares donde paso la mayoría de las horas, cobra mucho más sentido que si se mostrasen por separado.
El formato del documento es cuadrado y pequeño, lo que obliga al lector a establecer una relación cercana con el objeto en sí y le presenta la historia de una manera más personal.
La estética general del fotolibro como objeto es blanca, sin texto, con mucho espacio libre, sin fuertes contrastes, acercando las partes oscuras a los bordes del soporte para equilibrar las composiciones y en blanco y negro para dar importancia a la forma. Un fotolibro limpio, blanco, puro, cuidado y libre de distracciones. Blanco porque la rutina quema, la rutina ciega y nos hace olvidarnos de los pequeños detalles.
Las fotografías se han tomado con largos tiempos de exposición y además han sido post producidas con el fin de bajar la saturación al mínimo y disminuir el contraste para generar un tono uniforme y suave a lo largo de todo el fotolibro, lo que dificultará el reconocimiento de las imágenes y aumentará el tiempo de observación por parte del espectador.
El título y mi nombre no aparecen en la portada, sino en la contraportada para evitar condicionar al lector y permitirle su propia interpretación.
De un primer vistazo, el espectador reconocerá la imagen de portada y descubrirá que no es una fotografía abstracta, sino que debe dedicarle algunos segundos para ver qué es cada una de las imágenes del libro. Además, irá relacionando unas imágenes con otras y dándose cuenta de que todas son imágenes cotidianas que la mayoría de personas vemos a diario, lo que será una pista para que intente descifrar todas las fotografías.
Como portada del fotolibro, una cámara reflex sobreexpuesta da la bienvenida al lector, que con esta imagen recibe la primera información sobre lo que va a encontrar en el interior de las páginas. La cámara, fotografiándose a sí misma en el espejo refleja una situación que todos vivimos a diario, la relación íntima que cada persona tiene con su imagen, y que acerca al lector a la fotografía y al relato que el proyecto tiene detrás. La intención es que el lector lo interprete como propio. Que tome la posición de la cámara y sienta reflejada su propia rutina en las imágenes.
Al abrir el fotolibro la cámara ya no aparece, pero sigue estando justo en el lugar desde el que se tomó cada fotografía. El lugar en el que la persona dueña de esa rutina se encuentra todos los días. Y mirando exactamente desde el mismo punto de vista, en el que ahora se sitúa el lector.
El formato libro y el sentido de lectura, favorecen el seguir el orden cronológico del relato. Las páginas no están numeradas para no distraer al lector en ningún momento y que solo se centre en identificar lo que aparece representado en cada imagen, sin embargo, para hacer más fácil el seguimiento de la explicación iré indicando a qué página me refiero en cada momento.
El primer pliego del fotolibro, que como cada día comienza con la luz a través de la persiana, sólo tiene una fotografía de la vista de una persiana en la página izquierda (página 1), por donde comienza la lectura. La página derecha (página 2) es completamente blanca, lo que representa el deslumbramiento momentáneo que se experimenta al pasar de la oscuridad total a percibir una gran cantidad de luz en un periodo corto de tiempo, hasta que la retina vuelve a recuperarse.
Este deslumbramiento también está presente en el siguiente pliego (página 3), lo que genera una conexión entre las imágenes a pesar de estar en pliegos diferentes, y una continuación del relato a lo largo de todo el fotolibro. En esta página (página 4), un contrapicado de una lámpara nos sitúa y nos hace intuir que la posición de la cámara, y por lo tanto la nuestra, es en horizontal, tumbados, tal y como empieza nuestro día.
A partir del tercer pliego (páginas 5 y 6), las fotografías se presentan de dos en dos, con el fin de crear relaciones entre las imágenes, y que una sirva de apoyo para identificar a la otra.
La rutina continúa con la ducha (página 5) y una fotografía estrechamente relacionada con ésta (página 6): una zona del cuarto de baño donde se pueden intuir unas toallas y un secador, aparece en una imagen movida debido a la larga exposición y con la intención de representar el movimiento y las prisas del día a día.
Tras el aseo, llega el momento de vestirse. Personalmente, yo le dedico bastante tiempo a seleccionar la ropa que me voy a poner cada día, ya que me gusta expresarme también con mi manera de vestir. Vestirse es una acción que absolutamente todas las personas llevamos a cabo, aunque no todo el mundo le dedica el mismo tiempo. Pero a pesar de ser una acción a la que podríamos catalogar como secundaria en nuestro día a día, si sumamos el tiempo que tardamos normalmente en realizar esta acción, a lo largo de nuestra vida le dedicamos semanas e incluso meses. En éste pliego vemos las imágenes de unas zapatillas (página 7) y del interior de un armario (página 8) provocando también el efecto de movimiento.
Otra de las acciones secundarias que realizo a lo largo de mi día es viajar. Debido a la lejanía de mi lugar de residencia de la universidad donde estudio, paso de dos horas y media a tres horas diarias en el transporte público, además de los tiempos de espera, ya que la comunicación con mi pueblo es muy escasa. Por este motivo, las imágenes referentes al transporte tienen más peso y ocupan la mayoría de páginas en el libro.
En la página 9 se intuye de manera bastante clara (posiblemente sea la fotografía más reconocible del fotolibro), la imagen del salpicadero de un coche. El punto de vista desde el que ésta es tomada es desde el asiento del conductor, y por lo tanto ese es el lugar que ocupa el lector al ver la imagen. En este pliego solo se encuentra una imagen por dos motivos: el primero es que las formas hacen muy reconocible el objeto del que se trata, y por ello no necesita de otra imagen que complemente la descripción del lugar; y el segundo motivo es que la posición en la que yo me relaciono con el vehículo durante más tiempo es la del conductor, por lo que si incluyese una imagen del exterior del coche, por ejemplo, no sería una descripción tan personal del espacio.
El siguiente pliego (páginas 11 y 12) muestra el interior de un autobús desde dos puntos de vista diferentes, pero ambos en el interior del mismo, desde la visión que tiene un pasajero. Estas imágenes no son encuadres perfectos, están tomadas como si se hubiese seleccionado un fotograma aleatorio de los recorridos visuales que hace el viajero dentro del habitáculo, lo que junto con la parte formal -imágenes quemadas, no muy definidas-, nos evoca al movimiento, y a imágenes sueltas que nos viene a la mente en forma de flashes repentinos o recuerdos vagos de experiencias vividas.
Los siguientes dos pliegos están estrechamente relacionados. La imagen correspondiente a la página 13, y que bajo mi punto de vista es la más difícil de reconocer, son las escaleras que ascienden al andén del tren de cercanías. Por separado, esta fotografía es prácticamente imposible de reconocer, pero resulta mucho más sencillo si establecemos relaciones con las imágenes anteriores -referentes al transporte público-, con la de su derecha (página 14) -la vía del tren-, y sobretodo con las del siguiente pliego, en el que aparece también en la página izquierda (página 15), una fotografía muy similar de las escaleras pero con más información, en consecuencia más reconocible y que al ir acompañada de una fotografía de los asientos del tren (página 16), se identificará con más facilidad. Al no reconocer la página 13, el lector le dedicará más tiempo, y por lo tanto memorizará las formas generales de la fotografía. Cuando pase a la página siguiente, encontrará coincidencias con la fotografía anterior, las relacionará y probablemente descubra que las páginas 13 y 15 tratan del mismo espacio.
Los espacios de transición ocupan las páginas 17 y 18. Las largas líneas y la perspectiva nos hacen entender que se trata de un espacio transitable (página 17), en el que no permanecemos mucho tiempo, que simplemente cruzamos para llegar a nuestro destino. Al igual que la imagen de la derecha (página 18) en la que podemos intuir algo de vegetación y por lo tanto que sea un exterior también transitable por un periodo corto de tiempo. Pero lo cierto es que estos dos espacios pertenecen al campus de la universidad, lugar en el que a lo largo del día, y de los cuatro años que llevo estudiando, he pasado una incalculable cantidad de horas.
La tecnología, a la que no solo yo, sino la mayoría de nosotros, le dedicamos muchas horas a lo largo del día, es la protagonista del siguiente pliego (páginas 19 y 20). A la izquierda, un móvil con un pequeño guiño (mi logotipo) nos facilita la identificación de la imagen, pues el oscuro del fondo contrasta con los pequeños iconos organizados de la pantalla principal que ya se encuentran en el imaginario colectivo. A la derecha, un ordenador portátil se encuadra en la esquina inferior derecha, dejando que las partes más oscuras sigan la línea del propio soporte y liberando así el centro de la composición.
Por último en las páginas 21 y 22 vuelve a aparecer el transporte público que nos lleva de vuelta a casa. Las líneas movidas resultantes de las luces del exterior que quedan así registradas por la larga exposición (página 21), nos dan la pequeña pista de que es de noche.
El fotolibro ha sido diseñado con el fin de que el lector llegue a realizar estas lecturas e identifique como suya la rutina y cada una de las imágenes gracias a las relaciones que se establecen entre ellas. Pero cada persona es un mundo, y el propio tratamiento de las fotografías hace que la lectura que cada uno tiene del relato sea algo muy personal y subjetivo.